Suicidio apres le casino

Sábado noche.
El hombre se sienta en el sillón del salón de su casa con la carta en las manos. Se la lee y relee, como si esperase que de repente una voz le dijera: “¡Sorpresa!”
Deja la carta a un lado y se tapa la cara con las manos. Algunas lágrimas le caen por las mejillas, pero se sobrepone. “Nunca he ido al casino. Voy a ir al casino”. Y se encamina hacia el casino de Montecarlo.
¿Cómo era posible que su hija no le perdonara? Su madre no era feliz… hizo bien en acercarle el veneno. Pero su hija estaba en contra de la eutanasia y nunca le perdonaría que ayudase a su madre a morir. Maldito accidente de coche… Pero ahora ya no valen lamentos. Hay que mirar hacia delante.
El hombre llega al casino. Cuánto lujo, piensa. Por donde vamos a empezar… Venga las tragaperras, que tienen unos colores bonitos.
Tres horas después, el hombre sale por la puerta con la cartera llena de dinero, aún sin creerse la suerte que ha tenido. A parte del dinero en metálico, agarrado a la mano un cheque por valor de medio millón de euros espera ser cobrado.

Lunes por la mañana.
El cincuentón se encamina con calma hacia el banco, a cobrar el cheque. Tiene todo el tiempo del mundo; y luego, descansará en paz. El banquero se lo mira sorprendido: “¡De dónde ha sacado tanto dinero usted!” “La suerte me sonrió” responde tranquilamente nuestro hombre.
Dicho afortunado deja el dinero en su casa y vuelve a salir a la calle. Debe arreglar ciertos papeles. Ser rico tiene sus costes, es una gran responsabilidad ser propietario de tanto dinero.

Martes por la mañana.
- Su cuerpo fue encontrado en la cama. Cuando los servicios médicos llegaron se encontraba en estado comatoso profundo y no pudieron hacer nada por él.
- Fue el corazón, ¿verdad?
- Fue una sobredosis de pastillas, señorita.
- ¿Suicidio?
- Suicidio.
Agarrada a su amante, los sollozos de la chica se incrementaron de volumen y sus palabras se volvieron ininteligibles.
- Había un sobre encima de la mesita de noche. Suponemos que va dirigido a usted.
Con las manos temblorosas la muchacha abrió el sobre. Dentro había dos hojas de papel. La primera era un informe médico donde se le comunicaba al hombre que las últimas pruebas le habían diagnosticado un cáncer incurable en el cerebro. Le pronosticaban pocos meses de vida.
En la segunda hoja sólo había algunas líneas escritas a mano. Decían:

“Si quieres llamarme asesino, al menos que sea por el ataque al corazón que te va a dar al saber que he dado mi fortuna de casi un millón de euros a asociaciones caritativas. No vas a ver ni un euro porqué tu no hubieras respetado mi voluntad de morir.”